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EMOCIONES QUE DANZAN



Las beneficiarias de Fundación Betania conocieron a María Soledad González en noviembre del 2022, generando junto a ella un espacio donde empezaron a conocer la Biodanza, y a disfrutar de sus efectos en términos de conocimiento personal y emocional.

La llegada de la ”Sole” a la Fundación fue una oportunidad que coincidió con su regreso a Valparaíso, ciudad donde nació y se crió. De profesión bibliotecóloga, hacia el año 2010, inició un camino de exploración hacia espacios de crecimiento personal y una búsqueda incesante de temas de desarrollo humano.

Ese año se formó como Coaching Integral, se certificó, realizó voluntariado y siguió motivándose en su objetivo de ser un aporte en la vida de otras personas.

Este sería el inicio de un camino en el cual la profesional no ha parado de estudiar y certificarse en diversos ámbitos que se le han presentado casi de manera espontánea en su camino.

Se certificó en Programación Neurolinguística, realizó estudios de Hipnosis Clínica Ericksoniana, cursó un Diplomado de Economía Social y un Magister en Gestión de Personas y Liderazgo. Ha asumido varios otros desafíos académicos, que le han permitido sumar experiencias y herramientas de auto desarrollo para facilitar procesos.

A la Biodanza llegó el 2019 buscando nuevos espacios de desarrollo personal, y nuevamente se encontró con un ámbito que la apasionó. Asistió a sesiones semanales de Biodanza en Santiago y se fue enamorando de su metodología y de sus beneficios.

Al cabo de un tiempo, motivada por la facilitadora del grupo Biodanza Plaza de Armas, decidió iniciar formación en la Escuela de Biodanza Viña del Mar, formación que se vio afectada por la pandemia.

“Aunque pudimos recibir formación on line durante el confinamiento, regresamos a la formación presencial en cuanto se comenzaron a levantar las restricciones del MINSAL, lo que me permitió viajar a la V Región con más frecuencia”, recuerda.

Nuevamente Soledad inició un camino de entrega que duró tres meses. Pudo acompañar a las beneficiarias que asistieron a las sesiones de Biodanza, “la danza de la vida” y la “danza de las emociones”.

“Fue un espacio en donde las chicas se abrieron a dejar que sus emociones fluyeran, en un contexto de contención, siempre protegido y afectuoso, donde el grupo jugó un rol de suma importancia. En Biodanza el grupo permite ir integrando una red amorosa, de comunicación y presencia presente. Es trascender al “yo” y al “tú” para conformar un  “nosotros”, proceso  que requiere progresividad, ya que la Biodanza actúa de forma gradual. Es siempre respetuosa del ritmo individual”.

En marzo María Soledad espera retomar las sesiones de Biodanza en la Fundación y reencontrarse con las beneficiarias en una nueva ronda que permita vivenciar la música, el movimiento y la danza de las emociones.

“Será una gran celebración de vida seguir acompañando los procesos de transformación de las beneficiarias. Seguir apoyando los proyectos de Betania Acoge a cuyo equipo agradezco profundamente por su cariño y entrega. Por hacer honor al nombre de la Fundación”

“Agradezco esta entrevista. Dejo cordialmente invitadas a las beneficiarias para que vengan a danzar su vida. ¡Larga vida a Fundación Betania Acoge!”

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