Bayteare García, estudiante de Psicología en práctica en Fundación Betania Acoge
¿Cuál fue tu principal rol en Betania Acoge?
Fue el de diseñar, facilitar y evaluar talleres de autorreconocimiento personal y emocional con mujeres que han sido vulneradas en sus derechos. Estos espacios buscaban promover la validación emocional, la resignificación de la historia personal y el fortalecimiento de la identidad, siempre desde una mirada respetuosa, comunitaria y colaborativa.
¿Cómo fue tu experiencia en Betania desde el punto de vista personal y profesional?
Fue una experiencia profundamente transformadora en ambos sentidos.
Desde lo personal, me permitió conectar con historias de vida potentes, resilientes y valientes, que me movilizaron emocionalmente y me dejaron aprendizajes muy significativos sobre el valor de la escucha, la empatía y el respeto por los procesos ajenos.
Desde lo profesional, fue un espacio que me desafió a poner en práctica mis conocimientos, a crear intervenciones contextualizadas y a aprender de la experiencia directa con mujeres adultas, lo cual enriqueció profundamente mi formación como futura psicóloga. Trabajar en un contexto comunitario me permitió también comprender mejor las dimensiones sociales y estructurales de la salud mental.
¿Qué importancia le entregas al trabajo que hace la fundación con las mujeres?
El trabajo que realiza la Fundación es de un valor incalculable.
No solo acompaña procesos individuales, sino que genera comunidad, visibiliza realidades silenciadas y crea espacios donde las mujeres pueden recuperar su voz, su historia y su lugar en el mundo.
La Fundación cumple un rol que no siempre es asumido por las instituciones formales: ofrecer contención, sentido de pertenencia y herramientas concretas para reconstruirse desde la dignidad. Es un trabajo profundamente humano, político y reparador.
¿Algún mensaje de reflexión o que quisieras entregar a las beneficiarias?
Sí, me gustaría decirles que cada paso que dan hacia su propio reconocimiento y bienestar es un acto de valentía enorme. Que no están solas. Que hay personas que las escuchan, que las validan, y que creen en su capacidad de reconstruirse, de decidir y de crear una vida diferente, desde el amor propio y la libertad.
También quiero agradecerles por permitirme acompañarlas en una parte de ese camino. Cada encuentro, cada palabra, cada silencio compartido fue para mí un aprendizaje que guardaré con mucho cariño y respeto.